Aristides Ureña Ramos
Escribanos
Ilustre hijo de Santiago de Veraguas, Arístides Ureña Ramos puede considerarse como uno de los artistas consagrados más representativos de Panamá. Desde sus inicios a finales de la década del 70, su obra ha incluido escultura, pintura, instalación, performance, video arte y hasta cuentos cortos, cada manifestación usada para proyectar la identidad única de su país.
Estudió y vivió en Florencia durante más de treinta años, y ahora regresa al istmo cosmopolita que lo inspira para continuar creando obras intrínsecamente panameñas. Su forma de trabajo se basa en ciclos pictóricos en los cuales desarrolla series alusivas a un tema en particular, desde un principio enfocadas en resaltar los elementos de la cultura propia que incluyen desde lo precolombino hasta lo kitsch, siempre con un claro mensaje de actualidad sociocultural.
Al momento se encuentra en el ciclo Creole Panama, del cual ha extraído las series Cocolís y Verde Panamá, en las que la ampliación del canal, la notable desigualdad social del país y el espíritu desafiante del panameño se presentan de una manera más sencilla y menos intelectual, con guiños hacia el arte naif y el surrealismo.
El mantenerse activo y vigente en una de las capitales internacionales del arte lo hizo convertirse, como decimos acá, en un “bravo de Boston”, capaz de producir obras de vanguardia que van acorde a su contexto y que demuestran una mente curiosa y astuta: ha embotellado el aire de Santiago, reproducido transmisiones de radio locales, compartido bananas, creado altares religiosos pop, convertido huacas en productos y ha usado la salsa y la música rap para comunicar ideas. En su visión artística, su cultura ha de ser valorada porque es patrimonio de la creatividad del hombre, y en ese sentido el artista ha manifestado que la pollera santiagueña tiene igual valor que la Plaza de la Señoría en Florencia.
La vena creativa de Arístides Ureña corre desde su abuelo, Samuel Ramos, contemporáneo de grandes artistas e intelectuales nacionales como Adriano Herrerabarría y Chico Changmarín. Su padre era un orgulloso socialista y su madre una católica devota, y esa contradicción ha convivido en su arte hasta el sol de hoy. Entre sus obras recientes se encuentran un altar de madera a los Panama Papers, decorado con flores, dólares y tortugas, al igual que la serie de autorretratos imaginarios Yo Mao, donde se muestra a sí mismo en uniforme saludando a una ciudad de Panamá llena de rascacielos pintados de rojo.
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